5. Ocuparse de la carne es muerte. (de: Ensayo filosófico del cristianismo)

En Romanos 8 Pablo ofrece una completa exposición de la diferencia que existe entre vivir en el Espíritu (que es vida y paz) y ocuparse de la carne (que es muerte). Habitualmente se aplica este pasaje a la vida de pecado en confrontación con la vida de santidad, cuando en realidad se está refiriendo a una vida vivida en la fe del Reino de Dios, priorizando las cosas espirituales, frente a una vida carnal, con los pecados naturales de la carne débil, pero no necesariamente del grado de extravío que se suele dar por sentado.

Cuando se refiere a las “cosas de la carne” sin duda está también incluyendo los deseos habitualmente aceptados en un mundo habituado a un sistema materialista; deseos tales como una lujosa casa, un nuevo o un segundo auto, las vacaciones en tal o cual lugar, nuevas prendas para nuestro guardarropas, etc. Deseos de bienes creados a imagen del hombre y que satisfacen nuestra carne. Estos lujos y comodidades son aceptadas naturalmente (y hasta fomentados) por los líderes de iglesia moderna, quienes suponen que Dios debe darnos todo lo que deseamos, porque en este mercado de consumo no “tener” es vergonzoso y da miedo. Quienes debieran alentarnos a buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia nos fuerzan a perseguir los objetos de deseo propuestos por un mercado de consumo manejado por la mente “carnal”, e impuestas a través de los mensajes publicitarios y de los “modelos sociales”.

No es bueno ser pobre. Pues Jesús lo era, ya que si bien nunca padeció hambre, no tenía donde recostar su cabeza. Claro, Jesús es nuestro modelo sólo para algunas cosas. (Col 0208) “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”.

 

Animándonos a ver la solución al problema, Pablo nos insta a cambiar los deseos de la carne por los del Espíritu (Ro 0815) diciendo: “Pues no habéis recibido espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! … Y si hijos (v.17) también herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”. El v.18 complementa el punto anterior: Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Una muy escritural interpretación de Romanos 8 resulta en la conclusión de que quienes tienen en Espíritu de Dios no se preocupan (u ocupan primeramente) de las cosas de la carne. Si lo hacen no tienen el Espíritu de Dios, y dice, quien no tiene el Espíritu de Dios no es de él. Por eso creo que la deformación hecha de nuestra visión cristiana de la vida en el marco del Reino es mucho más grave que una mera deficiencia teórica, porque produce la pérdida de la salvación de quienes pierden el rumbo Fil 0318.19: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces (recordemos cuantas veces fue Pablo quien advirtió de esta carnalidad) y aún ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; (¡!) el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Más nuestra ciudadanía está en los cielos…” El contexto de este pasaje de Filipenses enmarca claramente el tema al que se está refiriendo: la vida del cristiano verdadero; y no otra cosa como se lo hace ver muchas veces.

En 1Jn 0215-17, otra vez, se nos dice que no tenemos que amar al mundo ni las cosas que están en él, porque esto pasa y nosotros debemos preocuparnos por hacer la voluntad de Dios que permanece para siempre. Habría más ejemplos y base bíblica para afirmar este concepto, pero creo que lo expuesto basta para sustentarlo suficientemente.

 


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